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Marta Currás y Edward Sheriff Curtis

La inactividad en este blog se debe a un prolongado período de reflexión y ocupaciones muy absorbentes y novedosas dentro de nuestro Club de Lectura. Con todo, resulta tremendamente difícil hacer justicia a una escritora novel y extremadamente talentosa como la que aquí pretendemos homenajear, Marta Currás, que nos ha hecho el honor de ilustrarnos sobre el trabajo de escritor el pasado mes de abril.

Nacida en Madrid en 1975 pero residente en Vigo desde los 14 años, se licenció en Biología por la Universidad de Santiago de Compostela y se formó en Medio Ambiente y Microbiología. Desde hace más de quince años trabaja en el laboratorio de control de calidad en una empresa biotecnológica y utiliza el inglés casi como su lengua materna.

Mas su gran pasión es la Literatura, tanto leida como escrita, y se atrevió a mostrar su talento a partir del año 2007, resultando finalista en concursos varios de microrrelatos, algunos de los cuales se han publicado ya.

Pero lo que ha encantado a los lectores de este centro fue su novela Templados por el sol, mecidos por el viento, finalista en el X Premio Círculo de Lectores, que verá su publicación en esa editorial a finales de este año. Hemos podido acceder a la lectura del texto, y su disfrute ha creado adeptos.

¿Qué fascinación ejerce esta novela sobre quien la lee?

Reproducimos aquí el comentario de una de nuestras lectoras más fieles y perspicaces, la profesora Josefa Barreiro (sin hacer spoiler del argumento):

Esta novela comienza cuando una joven de Vigo, animada por una amiga que quiere ayudarla y que trabaja en Los Ángeles, USA, se atreve a aceptar un trabajo por una corta temporada en esa ciudad.

Cuando se sube al avión que la llevará a doce horas de distancia de su Vigo natal, está asustada, deprimida y contrariada por haber tomado esa decisión tan arriesgada y disparatada.

Para su sorpresa, todo resulta más fácil de lo previsto y su trabajo consiste en acompañar a un anciano en el último viaje de su vida, bajar hasta el fondo del Gran Cañón del Colorado para cumplir la promesa hecha a un gran amigo, explorador del territorio y las costumbres de los indios que poblaron Estados Unidos.

Durante este viaje plácido, confortable y programado escrupulosamente, siente como en su vida se abre lentamente un horizonte de amplios conocimientos,  sentimientos y sensaciones inesperadas. Recibe una herencia del culto nonagenario al que acompaña que no puede rechazar.

Es una lectura amena, las treinta primera páginas se suceden sin que el lector se de cuenta, y las restantes estimulan la curiosidad, para que  cada uno de nosotros seamos un invitado más de este viaje.

La novela es una Odisea moderna, una especie de regreso a Ítaca al estilo de Kavafis pero no en el otoño de la vida de la protagonista, un regressus ad uterum, con una estructura onfálica en la que hay tres simbiontes de nombre Clara, con vidas casi paralelas y entrelazadas por el viaje o por su propia relación familiar o personal. Y el nexo más llamativo es eminentemente visual: la nostálgica belleza de las centenarias fotografías de Edward Sheriff Curtis, esposo de la primera heroína. Y así, el viaje iniciático adquiere sentido al revivir el realizado por este fotógrafo y etnólogo que retrató como nadie la belleza de la vida de los indios (aunque muchas veces predominó el valor “estético” del retrato, y de ahí las acusaciones de manipulación), haciendo que nos demos cuenta de la crudeza de su alienación con más efectividad que si los hubiera fotografiado tras la masacre de Wounded Knee en 1890 (cosa improbable, pues entonces sólo tenía 22 años).

¿Qué es lo que preferís ver, el reflejo de esa indignidad en el cadáver congelado del otrora gran jefe siux de los Minneconjou, Si Tanka o Big Foot? ¿O acaso a una joven nativa, cercana, atemporal y noble, inmortalizada por Curtis?

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